Se lo considera uno de los pioneros del nuevo impulso que experimentó la cerámica catalana, pese a que no siempre pudo dedicarse a este arte, ya que tuvo que compaginarlo con trabajos en casas de comercio.
Hombre inquieto, comenzó con la pintura, pero no se dedicó a ella e intentó introducirse en el mundo cultural del momento asistiendo a tertulias y a academias de arte, como lo demuestra el hecho de haber sido uno de los fundadores de la Academia Artística Libre en 1903, apoyada también por pintores como R. Casas y S. Rusiñol.
Su interés tanto por la química como por el mundo del arte favoreció que se dedicara a la cerámica y le permitió establecer relaciones entre ciencia y arte, ámbito en el que introdujo un nuevo concepto: la cerámica de arte, la cerámica como objeto decorativo para una nueva burguesía que la requería para adornar sus hogares.
En 1904 montó su propio taller en Barcelona, donde produjo obras de escultores como E. Casanovas, Ismael Smith o P. Gargallo, y diseños de J. Pey (Gerro de l'Anunciació [Jarrón de la Anunciación], 1901-1907; fondo MNAC). Trabajó junto con G. Homar realizando en porcelana los modelos que elaboraba para él el yesista J. Carreras y que estaban destinados a la Casa Lleó Morera (1905; paseo de Gràcia, 35). Cuatro años más tarde cerró el taller y se trasladó a Olot, donde dirigió la fábrica La Carmelita. En 1914 regresó a Barcelona para dirigir la fábrica Cucurny Hermanos hasta que, en 1926, montó su propia fábrica, Serra, cuya dirección compaginó con la labor de profesor en la Escuela Superior de Bellos Oficios.
Se granjeó el reconocimiento general gracias a las menciones y premios que le otorgaron en diversos acontecimientos nacionales e internacionales, y a la difusión de sus piezas.