Comenzó su formación en la Llotja como pintor y dibujante y muy pronto participó en algunas exposiciones artísticas. Sin abandonar nunca del todo la pintura, se inclinó por la cerámica, ámbito en el que consiguió mucho éxito.
En su etapa de madurez, el Gobierno francés lo invitó a trabajar en Sèvres (1934-37), centro de cerámica del momento, donde realizó varios trabajos de modelado, que fueron muy bien recibidos y solicitados por el público francés.
Sus piezas son muy personales, caracterizadas por el horror vacui (miedo al vacío), pero están influidas por el Modernismo, aunque más adelante evolucionaron adaptándose al Novecentismo.
A partir de 1918, ya en Barcelona, realizó varias exposiciones en la Sala Parés (Petritxol, 5).