Personaje aislado de los círculos intelectuales, sin embargo, participó activamente en las diferentes exposiciones artísticas que se celebraban anualmente, por lo que los estudiosos consideran que pertenece a la segunda generación de artistas modernistas, aunque se trate de un pintor inclasificable.
Se formó en su ciudad natal con Manuel Marquès para estudiar, más tarde, en Barcelona, con el pintor Joan Parera. En su pintura se nota la huella del pintor paisajista Carlos de Haes, con el que trabajó durante una estancia en Madrid.
La obra de este artista no recibió un gran reconocimiento en la ciudad de Barcelona y realizó más exposiciones en el resto de Cataluña. Su producción inicial está marcada por pinturas de temas del gusto del público del momento, sobre todo paisajes cargados de sentimiento, como la obra Vallcarca (1898; fondo MNAC), o temas cercanos al público, como Mare i filla (Madre e hija, 1898; Fundació Francesc Godia, València, 284). Durante toda su trayectoria mantuvo una temática reducida, pero destacó por la expresividad del color y la pincelada (Un poble empordanès, Torroella de Montgrí, [Un pueblo ampurdanés] hacia 1918; fondo MNAC), características por las que lo admiraban artistas como I. Nonell.