Este personaje, padre del dibujante R. Opisso, resulta clave en la propagación del simbolismo europeo en Cataluña. A través de la revista Ilustración Ibérica (1882-1900), de la que era director, fue uno de los primeros en difundir en Cataluña las obras y teorías simbolistas de Europa.
Destacó como crítico de arte, con escritos en La Vanguardia, y, a lo largo de su trayectoria, demostró tener una mente muy abierta con las nuevas generaciones de artistas.
También cultivó la narrativa, por ejemplo, en la novela El alma del mundo (1890), y las obras de divulgación histórica y de medicina.