Lluïsa Vidal fue la única mujer de la época reconocida como pintora profesional tanto por sus compañeros de profesión como por la crítica de la época.
Inició su formación en dibujo y pintura en el obrador de su padre, el ebanista F. Vidal, con Enric Gómez, y recibió clases del pintor Arcadi Mas i Fontdevila. Expuso por primera vez en 1898 en Els Quatre Gats (Montsió, 3 bis) junto con otros pintores destacados del momento. A principios de siglo se fue sola a París, donde estudió con Jean Paul Laurens en la Academia Julian y en la academia particular de Georges Humbert.
Su pintura no se limitaba a las naturalezas muertas, tema habitual en las pinturas realizadas por mujeres, sino que se abría a otros géneros, lo que le proporcionó una clientela fiel (Retrat de la seva germana Marta Vidal [Retrato de su hermana Marta Vidal]; fondo MNAC).
Al volver a Barcelona realizó diversas exposiciones en las salas más importantes de la época y abrió una academia de dibujo y pintura. Posteriormente recibió un encargo del Ayuntamiento para pintar un retrato y se convirtió en una figura activa de los movimientos culturales y sociales del momento.