En la actualidad, Lüderitz forma parte del Estado de Namibia. Está situada al sudoeste del país, frente a una gran bahía que forma un puerto natural. El emplazamiento fue descubierto en los orígenes de la Edad Moderna por el explorador portugués Bartolomeu Dias y se convirtió en un refugio seguro en los viajes hacia la India. A finales del siglo XIX había perdido su valor estratégico, hasta que un comerciante de Bremen, Adolf Lüderitz, quiso abrir allí un nuevo centro comercial. En 1883 compró la localidad a un jefe hotentote local y, al año siguiente, cedió la soberanía al Imperio alemán. Lüderitz murió al cabo de poco tiempo y la ciudad tomó su nombre como homenaje póstumo. El puerto mantuvo su función comercial, que se vio reforzada por la llegada del ferrocarril en 1905.
A principios del siglo XX se inició la verdadera época de esplendor económico de la localidad con el descubrimiento de yacimientos de diamantes. Fue una ciudad próspera hasta finales de los años 40 del siglo XX, cuando se descubrieron otros depósitos más ricos y Lüderitz se convirtió en un área de veraneo, actividad que mantenía en paralelo con la pesca.
De ese momento data el patrimonio modernista de la población. Los emigrantes alemanes convirtieron Lüderitz en un recuerdo de su tierra originaria recreando la ciudad con un estilo próximo a la Secession. Las casas presentan formas asimétricas, cubiertas por pronunciados tejados propios de países nórdicos, con las fachadas pintadas de blanco con notas de colores vivos, azul, rojo o naranja. La más conocida es la Casa Goerke (1909), enorme y lujosa construcción que integra el gusto de la Secession con lo más pintoresco del Domestic Revival británico. La Casa Kreplin (1910), más sencilla, presenta un rico cromatismo con franjas azules y rojas. Se conserva incluso un salón de baile, el Salón Kapps (1910), edificio de planta baja donde dominan el blanco y el amarillo. Por encima de la ciudad, sobre una colina, se encuentra la iglesia luterana (1908), con su fachada puntiaguda coronada por una cruz, que conserva todavía los vitrales originales.
Tras la celebración del centenario de la ciudad, en 1983, tomó fuerza la idea de reconvertirla en un emplazamiento turístico con el objetivo de dar a conocer y poner en valor su rico y original patrimonio arquitectónico.