La ciudad de Ålesund es el principal centro modernista de los países escandinavos. Si bien fue en Oslo -por entonces Kristiana- donde, alrededor de 1890, se construyeron los primeros edificios del nuevo estilo de Noruega, Ålesund sustituyó a la capital como paradigma de la nueva arquitectura debido a la reconstrucción integral que sufrió después del incendio que arrasó la población en la noche del 23 de enero de 1904.
Al igual que otras ciudades de la costa atlántica, Ålesund creció durante la segunda mitad del XIX gracias a la industrialización de las empresas pesqueras centradas en la exportación de bacalao salado. Este dinamismo resultó clave en la reconstrucción de la ciudad en solo tres años. La confluencia de una clase urbana, que encargó edificios ligados a sus necesidades -como inmuebles de viviendas con comercios, villas residenciales y almacenes industriales-, y un grupo de cincuenta jóvenes arquitectos noruegos que habían concluido sus estudios en universidades alemanas e inglesas, convirtió la antigua ciudad pesquera construida en madera en símbolo de prosperidad y modernidad de la joven nación Noruega, que acababa de independizarse de Suecia en 1905.
El incendio destruyó unas 900 casas y desdibujó el trazado urbano. Esta circunstancia otorga a Ålesund un carácter específico, puesto que la nueva arquitectura no se redujo a unas pocas calles o barrios burgueses, sino a la totalidad del núcleo ciudadano. Entre 1904 y 1907 se construyeron unos 350 edificios en los límites de un plan urbanístico simple y práctico, diseñado por el ingeniero Frederik Næsser, que respetaba la irregularidad topográfica del terreno siguiendo el modelo vienés de Camillo Sitte. En la construcción, los arquitectos, responsables también del diseño del mobiliario y de los interiores, disfrutaron de cierta libertad de acción. Nissen, el arquitecto responsable de la administración, estableció tan solo algunos criterios estéticos y constructivos: respeto por el conjunto y las condiciones de luz, higiene y densidad, límite en la altura de los edificios y en el número de chimeneas o en el uso de la piedra y el ladrillo. El resultado fue una conjunción singular de unidad y variedad, que conforma el denominado Ål Stil. Unidad en un tipo de construcción modesta pero rica en ornamentos lineales con resonancias del Jugendstil y en los elementos tectónicos locales, como los caballetes o las torrecillas típicas de las iglesias de madera medievales, las stavkirken. Variedad en la interpretación que cada arquitecto hizo de dicha tradición, de los materiales autóctonos y de la iconografía regional del Dragestil, el estilo historicista que rememoraba el pasado vikingo.